¿Por qué Corea?

La noche del Myung Dong

Desde que tengo memoria he sabido que quería viajar, explorar lugares nuevos, quizás vivir una temporada fuera de lo conocido.
A los once años apenas había salido de Madrid, lugar donde nací y crecí, pero gracias al auge del turismo de escapada y los vuelos low cost tuve la oportunidad de embarcar hacia mi primera aventura en las lejanas tierras londinenses (o no tan lejanas) y ya no hubo vuelta atrás.

 

A partir de ahí, seguí viajando hasta que dejó de ser algo fuera de lo común, pero la verdad es que si me hubiesen preguntado hace unos años por Corea no habría sabido qué responder, excepto que está lejos, que hubo una guerra y que hacen coches. En España poco se oía de olas hallyu o idols y con la palabra telenovela la cabeza se te iba automáticamente a américa latina; así que nada, absolutamente nada, me hacía pensar que en algún momento de mi vida acabaría por cruzar medio mundo para ir Corea y mucho menos que decidiese quedarme allí por una temporada. 


En 2012, sin embargo, la cosa cambió: no para mí, sino para todos los que por primera vez escuchaban en la radio de su coche o en el zara una canción que no estaba ni en inglés ni en español. Supongo que a estas alturas ya todos estaríais pensando en el Gangnam Style, y sí, de eso hablaba. La canción de PSY fue un hit internacional que, como en muchos otros países, encabezó las listas musicales del momento en España. 

 

Yo recuerdo a mis primos de 6 y 8 años cantando y bailando la canción, pero también a la gente jóven y no tan jóven y por primera vez sentí curiosidad y decidí escuchar otras canciones como “Sherlock” de Shinee, pero para ser francos no fué mucho más allá de la curiosidad.

GANGNAM STYLE

“Sherlock” de Shinee

Mi primer contacto real con la idea de que ir allí podría ser una buena idea empezó con mi adicción a los K-Drama.
Todo empezó por casualidad, había terminado de ver todos los capítulos de las series americanas que seguía en ese momento y quedaban meses para que estrenasen nuevas temporadas, así que estaba a la espera de encontrar algún programa nuevo que me enganchase. 


De pequeña había sido muy fan del Detective Conan, que se emitía en España vía Animax y se me ocurrió preguntarme si habría llegado a un final, si el protagonista habría vuelto a su tamaño real y si habría acabado con Ran. En pocas palabras, Detective Conan no había acabado (ni se preevé que acabe en el futuro cercano), me introduje brevemente en el mundo de los animes Japoneses que me entretuvieron hasta que dejaron de hacerlo, y un día decidí clickar en un anuncio de la misma página donde veía Detective Conan que me redireccionó a otra página donde se empezó a reproducir la serie “Boys Over Flowers”.


No sé exactamente como explicar mi primera reacción, fue una mezcla de “¿Qué estoy viendo?” “¿Cómo he acabado viendo esto?” “No puedo parar de verlo”.

Boys Over Flowers, fuente: Mnet

Si alguna vez habéis estudiado otro idioma, sabréis que lo primero que recomiendan los profesores es ver series o escuchar canciones en ese idioma para ampliar vocabulario y mejorar la pronunciación. Y realmente funciona.


Después de dos años, aunque nunca había estudiado coreano, ya sabía leer y entendía muchas palabras y expresiones y eso fue precisamente lo que me animó a desarrollar ese potencial que había adquirido a través del entretenimiento. 


Pero ya no era solo cuestión del idioma: gracias a los Dramas de época (Six Flying Dragons, The Moon Embracing the Sun, Scarlet Heart Ryeo, por mencionar unos pocos) había aprendido sobre su historia, sus raíces, su tradición; gracias a los Dramas de escuela y de conspiraciones había aprendido sobre su contexto político, económico y social y gracias a “Let’s eat” aprendí sobre su gastronomía y fui por primera vez a un restaurante de comida coreana.


Una vez me había interesado por todo esto, solo era cuestión de tiempo que me diese la vena viajera y me fuese.
Y así fue, el pasado diciembre cogí el avión y me lancé de nuevo a la aventura, esta vez a Seúl, a donde pretendo volver en agosto para quedarme mínimo

En una cafetería de ovejas, Corea

Paula Sanz Carmona